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Es probable que no me conozcas, pero yo te conozco perfectamente bien...

(Salmos 139.1)

Ventana al Infinito. Copyright © 2011 - Universidad Santo Tomás - Todos los derechos reservados.  
 

 

 


“Trata a los demás,

 

como quieres que ellos te traten”

 

 

Séptimo Domingo Ordinario C

 

 

Primer Libro de Samuel (1Sam 26.2.7-9.12-13.22-23)

 

“En aquellos días, Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas y bajó al desierto de Zif, persiguiendo a David.

David y Abisaí fueron de noche al campamento enemigo y encontraron a Saúl durmiendo, echado en el círculo de carros, la lanza hincada en tierra junto a la cabecera. Abner y la tropa dormían echados alrededor.

Abisaí dijo a David:

- Dios te pone al enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra con la lanza de un solo golpe; no hará falta repetirlo.

Pero David replicó:

- No le mates. No se puede atentar impunemente contra el Ungido del Señor.

Entonces David cogió la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y los dos se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó. Todos siguieron dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.

David volvió a cruzar el valle y se detuvo en lo alto de la montaña, a buena distancia de Saúl. Desde allí gritó:

- ¡Rey!, aquí está tu lanza, manda uno de tus criados a recogerla. El Señor recompensará a cada uno su justicia y su lealtad. Él le puso hoy en mis manos, pero yo no he querido atentar contra el Ungido del Señor.”

 

 

Salmo Responsorial (Salmo 102)

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

 

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios.

 

Él perdona todas tus culpas,

y cura todas tus enfermedades;

Él rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura.

 

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

no nos trata como merecen nuestros pecados,

ni nos paga según nuestras culpas.

 

Como dista el oriente del ocaso,

así aleja de nosotros nuestros delitos;

como un padre siente ternura por sus hijos,

siente el Señor ternura por sus fieles.

 

 

Primera Carta de san Pablo a los Corintios (1Cor 15,45-49)

 

“Hermanos: El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo.

El último Adán, en espíritu que da vida.

El espíritu no fue lo primero: primero vino la vida y después el espíritu.

El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo.

Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales.

Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.”

 

 

Aleluya

 

Aleluya, aleluya.

“Les doy un mandato nuevo: que se amen mutuamente como yo los he amado, dice el Señor”.

Aleluya.

 

 

Evangelio según san Lucas (Lc 6,27-38)

 

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- A los que me escuchan les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los injurian.

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica, a quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieren que ellos los traten. Pues, si aman sólo a los que los aman, ¿qué merito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien sólo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen.

Y si prestan sólo cuando esperan cobrar, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a otros pecadores con intención de cobrárselo.

¡No! Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada: tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.

Sean compasivos como su Padre es compasivo; no juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.

La medida que usen la usarán con ustedes.”

 

 

Reflexión

 

El hombre que ha creído en el anuncio que Dios ha hecho en Jesús de Nazaret, espontáneamente se pregunta: ¿Ahora qué debo hacer? ¿Cómo debo vivir?

 

La respuesta es la siguiente: en nosotros debe haber una correspondencia entre lo que Dios ha hecho y lo que el hombre –varón o mujer– debe hacer. La vida de Jesús es expresión histórica concreta del acto de Amor totalmente gratuito y universal con el que Dios se dona a la humanidad y en el que revela aquello que Él es –Amor–, pues, mientras éramos pecadores, Él nos Amó primero. Por esta razón, el cristiano debe amar con un Amor gratuito y universal, porque Dios en Cristo nos ha Amado de esa manera.

 

La misma capacidad de amar nos ha sido dada por el hecho mismo de haber sido primero objetos de Amor. Así, pues, aparece claro que el principio de la vida moral del cristiano, Amor gratuito y universal o Caridad, no puede ser comprendido desde fuera del Evangelio.

 

San Lucas en el evangelio de este domingo, no enuncia este principio en forma abstracta, sino en forma concreta, recogiendo una serie de datos de Jesús.

 

Todos estos preceptos son indicaciones presentadas bajo forma dramática por la referencia a las situaciones de hecho, acerca de la cualidad y la dirección del actuar humano con vista a su conformación con el actuar de Dios ("sean misericordiosos, como su Padre celestial es misericordioso" Lc 6,36). No es la perfección del Padre que se debe imitar, como lo presenta el evangelio según san Mateo, sino su bondad y su actitud de perdón. Aunque las expresiones de Jesús causan miedo por la radicalidad y la exigencia, recordemos las mismas palabras del Señor: “sin mí nada pueden hacer… con Él todo es posible” (cfr. Jn 15,5).

 

Cuanto Jesús dice en los datos recogidos en este discurso que nos presenta san Lucas, no es un ordenamiento completo de la vida del discípulo, ni mira a serlo; cuanto se dice es una serie de síntomas, signos, ejemplos de lo que será cuando el Reino de Dios irrumpa en este mundo aun dominado por el pecado y la muerte.

 

Lo que Jesús quiere mostrarnos con algunos ejemplos, no es otra cosa que la vida nueva que tenemos que llevar a todos los sectores de la vida para alcanzar la transformación que Él quiere. Nosotros mismos debemos ser signos del Reino venidero de Dios, signos puestos para indicar qué cosa esta sucediendo. Debe aparecer a los ojos del mundo en toda nuestra vida y en la sociedad que el Reino de Dios ha llegado, se ha iniciado.

 

Si es cierto que somos solidarios con el hombre que está en nosotros, cuya dinámica es el pecado y la muerte, es también verdadero que por la adhesión al Evangelio llegamos a ser solidarios con Cristo y con su dinámica de Amor, Vida y Resurrección.

 

Uno de los problemas más graves que estamos afrontando es la corrupción y la violencia, una “forma mágica" de considerar la realidad, quitando responsabilidad a la persona, diciendo que la causa de todos los males está fuera de la persona y se encuentra en la sociedad, en las estructuras, en la herencia, en el inconsciente colectivo…

 

Esto es apenas media verdad, pues, el hombre es, no obstante, libre. El mal ha entrado y entra en el mundo por un acto de libertad del hombre –varón y mujer–. No es verdad que la persona es inocente dentro y que el mal viene todo desde fuera de él. Y si es verdad que no debemos jamás de cesar en exigirnos por mantener las condiciones externas de vida, que humanizan, es también cierto que no debemos jamás cesar en apelar a la conciencia de la persona, en su libertad. El hombre es en sí mismo víctima y victimario.

 

La corrupción y la violencia, como cada mal, tiene su lógica, crea una cadena. Cada uno ha de ser un cordero que ame primero, que acepte ser víctima sin ser victimario, que ame no obstante todo, que ame sin pretender ser amado. Así como Cristo es la víctima inocente que ha roto la cadena, el cristiano, transformado en su interior por Cristo, es nuevo hombre e inicia una nueva lógica con un acto de amor gratuito y universal.

 

 

Fray Luis Francisco Sastoque, o.p.